La
casa es el peso específico del cuerpo,
habita
las profundidades del corazón.
Desde
el inicio mi trabajo ha estado atravesado por la casa.
Es
probable que la casa estuviese antes de mi oficio de pintor.
Casas
marcadas. La casa de los abuelos y una galería larga, una familia y una mesa
extensa, un cuarto y sus cuatro paredes. Una madre, un pedazo de tierra, el
cielo, los dioses y los hombres. Un cuerpo, una mujer y un libro de poemas. Una
compañía, un amor, una amistad, una presencia o su contrario, un espíritu, un
refugio, un paisaje, un espacio de soledad, el desierto. En todos y cada uno, la poética de la casa. Infinitas metáforas.
La casa, su amplitud sin cierres.
En la etapa que compete a esta exposición, la casa ya no es el interior
de un cuarto,
ni
se encuentra en un contexto externo que la rodea. La casa es ahora, en toda la
extensión de la tela, una red abarcativa, una sucesión de puntos y líneas
extendidas por su superficie. Muchas veces, un conjunto de líneas que aparecen
y desaparecen.
Islas,
puentes, alas.
Paisaje
sin ser tierra o incluso siendo tierra.
Cartografías
de un camino,
autografías
de cada momento,
extensiones
y amplitudes,
todo
y nada.
Desierto.
El
trabajo no lo concibo como una vocación especulativa, sino como expresión
concreta y palpable de intuiciones. La mano y el cuerpo fluyen uniendo en una
dialéctica inconsciente lo poético y la vida, las experiencias canalizadas en
el oficio o a la inversa.
La
mano, el cuerpo, la técnica se proyectan más allá de la forma y el color.
El arte,
finalmente, expresa pulsiones y necesidades internas.
Dolor,
gozo, intimidad, soledad.
Grito
hacia afuera.
Metáforas
de uno mismo.
El
arte aflora dando forma a una pulsión,
desde
su mismo interior.
El
arte, en tanto lenguaje universal, autónomo e independiente, no es ni europeo
ni sudamericano. Se construye atento al pasado y al presente, sin
condicionamientos estilísticos, ajeno a los mercados y a cualquier centro de
poder.
Se
trata siempre del contexto y de uno mismo.
El
cuerpo vulnerable y ofrecido.
En este camino, el transcurrir vital y el arte son uno.
Ruben Caruso
Das Haus ist das spezifische Gewicht des Körpers,bewohnt die Tiefen des Herzens.
Seit Beginn an war meine Arbeit vom Haus geprägt. Möglicherweise war das Haus schon da, bevor ich Maler wurde. Bezeichnete Häuser. Das Haus der Großeltern und ein langer Korridor, eine Familie und ein riesiger Tisch, ein Zimmer mit vier Wänden. Eine Mutter, ein Stück Erde, der Himmel, die Götter und die Menschen. Ein Körper, eine Frau und ein Buch mit Gedichten. Eine Gefährtin, eine Liebe, eine Freundschaft, eine Anwesenheit oder ihr Gegenteil, ein Geist, eine Zuflucht, eine Landschaft, ein Raum der Einsamkeit, die Wüste. In alledem die Poetik des Hauses. Unendliche Metaphern. Das Haus, geräumig ohne Grenzen.
In der Etappe, der sich diese Ausstellung widmet, ist das Haus nicht mehr das Innere eines Zimmers und befindet sich auch nicht in einem äußeren Zusammenhang, der es umgibt. Das Haus ist nun, über die ganze Ausdehnung der Leinwand ein umspannendes Netz, eine Abfolge von Punkten und Linien, die sich auf ihrer Oberfläche ausbreiten. Oft auch eine Gesamtheit von Linien, die auftauchen und verschwinden.
Inseln, Brücken, Flügel. Landschaft, ohne Erde zu sein, oder sogar als Erde. Kartographie eines Weges, Autographien jedes Augenblicks, Ausdehnungen und Amplituden, alles und nichts. Wüste.
Die Arbeit sehe ich nicht als spekulative Neigung, sondern als konkreten und fühlbaren Ausdruck von Intuitionen. Die Hand und der Körper fließen, indem sie in unbewusster Dialektik das Poetische und das Leben verbinden, die im Kunstschaffen kanalisierten Erfahrungen oder auch umgekehrt. Die Hand, der Körper, die Technik, jenseits von Form und Farbe. Die Kunst drückt schlussendlich innere Schwingungen und Bedürfnisse aus.
Schmerz, Genuss, Intimität, Einsamkeit. Schrei nach draußen. Metaphern seiner selbst. Die Kunst tritt zutage und sendet eine Schwingung aus ihrem Inneren.
Die Kunst als universelle, autonome und unabhängige Sprache ist weder europäisch noch südamerikanisch. Sie entsteht in Betrachtung von Vergangenheit und Gegenwart, ohne stilistische Einengungen, fern der Märkte und jedes Machtzentrums.
Es geht immer um den Kontext und die eigene Person. Der Körper, verletzlich und dargeboten. Auf diesem Weg sind Lebensverlauf und Kunst eins.
Ruben Caruso
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